miércoles, 29 de diciembre de 2010

Roca

Hace días que mi andar se asemeja al de un zombi, estando sin estar. No se porque es. Imagino que quizá he visto mucha televisión. Pero amo mi inerte posición frente a la caja con mi pijama encima y el reloj marcando las dos de la tarde. Me queda envilecerme con la programación de la televisión abierta porque mi cartera no alcanzo a cubrir la cuenta para ver el discovery channel. Mi sed literaria está stand by. Mi creatividad está de vacaciones. Mi poemario se agoto, esta exiguo como mi cartera, pero muy a pesar de eso últimamente escribo para una pared. No. Es más bien para una roca inerte e insensible. Le he hablado muchas veces imaginando que soy una princesa y esa roca es mi príncipe amado envuelto en un mágico hechizo que le tiene la voz prisionera y sufre amargamente el dolor de no poder responderle a su amada cautiva un solo susurro que ella interprete como una respuesta. A eso me refería cuando decía que mi creatividad se había largado a las Bahamas. Puede que reflexionándolo un poco he equivocado la historia y me refiera más esa roca como a un cometa que ilumina mi vida pero que no escucha mi voz. Le hablado como cuando se le habla a un niño que no quiere irse a dormir y al cobijarlo espía tras las sabanas esperando la llegada del ratón de los dientes que cruelmente se esta olvidando de él porque esta a punto de cumplir nueve años. Le hablo mudamente a través de estás líneas. Le hablo con el alma libre, lucida, límpida. Le hablo en un susurro cuando compartimos los cuerpos y entre  suspiros nos volvemos uno, aprovecho para saber si el eco de mi amor resuena en él.  Pero no logro escuchar nada. He estado atenta, pero no recibo una señal de amor. Le escribo muchas letras, y no me responde. Ya he revisado que el destinatario sea el correcto y que mis versos no lleguen por equivocación a algún extraño ser que termine tirándolos a la basura. Aunque así sea.

Constante.

Aunque la que aquí escribe es la misma que escribio ya no es el mismo ser. No puedo negar mi pasado, soy la consecuencia de mis desiciones, indistintamente buenas o malas. Hace un par de meses no me hubiera atrevido a decirlo, pero estoy aquí y me gusta ser quien soy.