lunes, 3 de enero de 2011

La vergüenza del mal ajeno

Tengo desgana hacia mi empleo. Mi Jefe me decepciono. Lo digo con toda la vergüenza que eso me ocasiona. Con mis 10 años de experiencia me siento como una inútil inexperta, una novata cualquiera que creyó en los proyectos a beneficio de su jefe, a beneficio exclusivo de su jefe, y creyó en ellos como una oportunidad de crecer ella misma, comprometiéndose, esforzándose, luchando por cada causa, como somos los mexicanos pues: “poniéndose la camiseta”. El sujeto me parecía un “buen tipo”, actualmente me sigue resultando agradable, es joven, me pareció visionario y un estupendo hombre de negocios, me enseño mucho de la cobranza y la logística, en este empleo aprendí 5 veces más que en otros tantos, incluso creo quedarme en el mismo giro, quizá con la competencia. El hombre tiene varios negocios y la pequeña empresa para la que yo trabajo es la única que no heredo de su Padre, es un hijo… de familia, que viaja una vez al año a China a comprar lotes basura que revende a precios exorbitantes. “La Cueva” es una empresita de 20 humanos como personal que factura unos 10 millones de pesos al año, pero que como él susodicho cuenta “nunca ha podido levantar y no da utilidades” en compensación a sus empleados reciben un bono de gratificación a mediados de año. Cuando llegué me ofreció seguro social, un buen comienzo salarial, un horario malo, buena ubicación y una oportunidad de comenzar. Él viene acá a la oficina de vez en vez, con su cara de “no pasa nada” me saluda amablemente como si el infeliz no se hubiera ya pasado de listo conmigo en un par de ocasiones, dice desde la entrada: “buenos días Karlita” con singular alegría y pareciera que hasta le caigo bien. He trabajado para el 3 años, no es mucho, pero han sido 3 años que me dedique como loca a trabajar, 3 años de mi vida y de mi familia, 3 años de llegar tarde a casa, de no salir de vacaciones con mi hija, 3 años de horas extras sin pago y de entregarme a su chamba, me gustaba lo que hacia, me divertía y no había queja alguna a la hora de hacer “trabajitos extras” como el diseño de su catalogo, la redacción de manuales técnicos, de fines de semana en León o en Puebla capacitando nuevo personal, cuando debí estar en algún parque junto a mi hija o escribiendo o leyendo, o rascándome la panza por el simple hecho de ser domingo. Un mal día descubrí un robo y a la mitad de los ladrones. Digo la mitad porque de haber descubierto a todos no me hubiera pasado lo que me paso. Sucede que la cajera había estado “jineteando” una lanita del Jefe, está fulana se enferma (físicamente, porque uno debe de estar enfermo mental para poder tomar lo que no es de uno) y me mandan a cubrir su puesto y noto el faltante. Avise y la despidieron. No me siento orgullosa de eso, pero mis compañeros me dieron un nuevo mote y caí de su gracia, pues fui la soplona. En realidad lo no fui. ¿Qué debí hacer entonces? ¿Era lo correcto? Resulto que la ladrona no solo era la cajera sino también el encargado y la tradición era culpar a la cajera en turno. Cuando la ladrona se fue me enviaron de planta a esa sucursal. No era solo un ascenso, era genial saber que ahora era yo la responsable. Yo no iba de cajera. Mi jefe había confiado en mi, me mando a poner orden, “eres oxigeno para ese lugar Karla, por eso te envió” eso me dijo el muy patán y al día siguiente me había retirado “bonos” y beneficios con los que contaba en mi puesto anterior. Más responsabilidad, más tiempo y menos lana. Luego al pasar de unos meses el “encargado” al que no le había caído el 20 de que ya no era el encargado, volvió a robar y quiso echarle la culpa a la nueva, y la nueva no se dejo y demostró con hechos que ella no era la responsable. Peo sufrió los estragos de los chismes. Un compañero chofer del que me hice buena amiga me dijo: “Si tu te estás chingando la lana: <<¡Que bueno! ¡Me da gusto porque estos weyes son culeros y si te dejas ellos te roban a ti!>> Me ofusque, me sentí avergonzada de algo por lo que yo tenia que sentir vergüenza. Yo no robe. Yo era la heroína, yo había descubierto el desfalco, todos estaban coludidos. Y me quedaba participar o retirarme, por eso volví a mi puesto antiguo que no me exige mucho y al que no necesito ponerle mucho empeño para que salga “bien”, bien a secas, sin plus, sin bonita letra, sin ni siquiera minutos extras, sin sonrisa al cliente, sin compromiso y por la misma paga.

Había notado ya este mal sabor en la boca pero me asuste cuando en una junta un compañero que lleva por lo menos 5 años más que yo me dijo:

Compañero Iluso: Tengo una idea para minimizar los costos de envío y reducir los tiempos muertos entre los compañeros, sin que estos se enojen mucho.

Karla Totalmente Desinteresada: Ah, que bien.

CI: Te explico, bla, bla, bla… Pero necesito tu ayuda. Ésta bien o tú que opinas. (¿Estás enojada? ¿Pasa algo?)

Karla total, absoluta, inminentemente desinteresada: Está bien. Luego lo platicamos.

CI: De una vez. Esta interesante, ¿no crees?  ¿O tú que piensas?

Pregunta clave: ¿Tú que piensas?

Karla: ¿Pensar? ¿Ah se trata de pensar? ¿De uno opinar y proponer? No maestro a mi no me pagan por pensar, recibo una lana quincenal por trabajo banal, porque por pensar se cobra más caro. Tú quieres mi opinión, yo quiero un aumento de sueldo.

CI: Por eso, si optimizamos la lana que se ahorre que nos la de a nosotros.

Karla (en serio esta pasando o es un mal sueño): Wey te entiendo, pero sabes que eso no es verdad. Lo optimizamos, y para hacerlo, salimos una o dos semanas tarde, nos echamos encima al personal y el Jefe nos da una palmada  la espalda en el mejor de los casos, y ya no pasa nada. Y si no lo optimizamos tampoco pasa nada.

Compañero Ilusisisimisímo: Pero ya hicimos bien la chamaba, ¿no?


Reitero: …por eso volví a mi puesto antiguo que no me exige mucho y al que no necesito ponerle mucho empeño para que salga “bien”, bien a secas, sin plus, sin bonita letra, sin ni siquiera minutos extras, sin sonrisa al cliente, sin compromiso y por la misma paga.

1 comentario:

:D dijo...

LA historia de mi vida contada en tercera persona del singular, (ELLA... pq me acabo de dar cuenta que también existe discriminación y la tercera persona siempre es EL?)
Lo que hagamos lo debemos de hacer por nosotros, sino no funciona... Que fácil es decirlo y que difícil es hacerlo :(
Una amiga decía que ya no existen personas como nosotros, comprometidas con lo que hacemos y que para bien o para mal (+ para mal :S ) no ponemos pegas para hacer lo que nos encargan.
Hace mucho aprendí a no tomar personal lo que los demás compañeros piensan de mi. Ultimamente estoy aprendiendo a "compartir" el trabajo.. a sentir que no tengo nada mas que demostrar y si alguien quiere algo, tiene que dar también algo a cambio.... es algo que no se aprende fácil.. la indiferencia nos evita sufrir un poco... aunque suene feo decirlo!!

Leerte siempre es tan genial... tu claridad contrasta tanto con mi complicariedad.... jajajajaja